La nueva realidad
Del bipartidismo a la polarización entre dos bloques.
Mucha tinta se ha usado pretendiendo explicar, ¿qué motiva a cada votante al momento de decidir por un candidato u otro?; ¿qué es lo que vota el ciudadano?. Me temo que no habrá respuestas únicas, porque el electorado es variable y porque hay que tener en cuenta las circunstancias de cada elección. Me atrevo a decir que la respuesta a esas interrogantes será tema abierto a debates interesantísimos, a los cuales en la actualidad hay que sumarle el concepto de “sociedad líquida” que sin duda hará más difícil encontrar respuestas satisfactorias. El tema no es solo querer saber qué es lo que piensa el votante, sino entender su expresión en las urnas, su mensaje porque lo que quiso decir es lo que quiere. El ciudadano se expresa a través de su voto y el político debe entender el mensaje que las urnas soberanas emiten y no debería ponerse en una posición caprichosa de subestimar al electorado o elaborar excusas con su opinión como eje y no la de la gente.
El ciudadano siempre tiene razón y el no es él problema, pueden haber fallas en las estructuras electorales, en la dirigencia, e incluso en el propio sistema que no logra adaptarse con rapidez a las necesidades del ciudadano y por lo tanto no otorga respuestas adecuadas, pero la gente siempre buscará las alternativas para hacer sentir su voz-voto.
A mi entender, desde hace un tiempo en Uruguay muchos votantes perciben que el país se dirige hacia un cambio en el mapa político, rompiendo con todas las estrategias o teorías formuladas únicamente en base a los resultados electorales. Los votantes se han desprendido del arraigo férreo a las divisas, han incorporado concepto como el de “prestar el voto” o el del “voto útil” y todo eso debe ser analizado con cuidado. La soberanía proviene del pueblo y el dirigente político que no entiende las señales que el votante da, no entiende lo que quiere el soberano.
En mi opinión actualmente, estamos asistiendo, quizá sin saberlo, a un cambio en el “mapa político” uruguayo, aunque aún no ha comenzado a definirse con precisión, pero que avanza inexorablemente, le pese a quién le pese. Este nuevo escenario no es del todo innovador porque repite la matriz histórica de Uruguay, dejando ver con claridad el esquema de dos visiones del país.
Ningún uruguayo desconoce el concepto de Bi partidismo, con su historia nutrida de enfrentamientos entre las dos clásicas divisas Colorado y Blanco que se disputaron una y otra vez ideológica y electoralmente.
Cuando irrumpe en el mapa político con fuerza el Frente Amplio-Encuentro Progresista o Nueva Mayoria por mencionar algunos de sus nombres, fruto entre otras cosas del crecimiento de nuevas ideologías a nivel internacional, necesariamente vuelve a cambiar el escenario conocido del país. El crecimiento de este nuevo actor político nutrido por diferentes visiones, por diferentes partidos pero con objetivos comunes pasó a ocupar el espacio de uno de los tradicionales. Y como en el “juego de la política” de nuestro país no hay lugar para tres; los dos partidos históricos comenzaron a disputarse el liderazgo entre sí, hasta que lograron entender que electoralmente para ganar tenían que juntarse y no competir, eso terminó pasando en las elecciones nacionales de 2019. Se conforma así una coalición con fuerza electoral, con un resultado electoral exitoso, pero esta coalición es débil en su forma estructural y en su interior. A mi entender la llamada “coalición multicolor” llegó para quedarse (aunque habría que pensar en un nombre más adecuado).
En este nuevo mapa político la disputa vuelve a ser entre dos bloques, osea el esquema básico es el mismo, se trata de dos visiones de país, con una mirada descriptiva podemos decir que pasamos del bi partidismo a la polarización entre dos bloques. Estos dos grandes bloques están compuestos internamente por diferentes partidos, diferentes ideologías, diferentes líderes, pero con una base común que los agrupa, con una visión de país similar y contrapuesta al bloque Frente Amplio y están legitimados por la ciudadanía que ya tiene incorporada la coalición desde antes que los dirigentes.
Este mapa de los dos bloques de dos continentes que en su interior tienen una diversidad extraordinaria, es una visión nueva para el sistema electoral, pero es la visión que ya venían teniendo los ciudadanos, que una vez más han entendido primero que nadie este fenómeno.
Este cambio de mapa lleva consigo el nacimiento del bloque «multicolor» que deberá transitar su ciclo electoral y es el actor que enfrenta los mayores desafíos porque tuvo un triunfo electoral, pero eso no asegura un triunfo político, al menos hasta que se consolide.
La política es cíclica, o para decirlo con mayor precisión los partidos políticos, las agrupaciones, e incluso los líderes, nacen, se desarrollan, decaen y mueren, en términos electorales. Estos ciclos pueden durar más o menos tiempo, pero si miramos la línea histórica veremos que una y otra vez esto se repite. Los ciclos históricos pueden no percibirse por nosotros cuando son contemporáneos, pero irremediablemente se van a dar modificando así el mapa político donde un actor preponderante puede verse relegado, o donde el crecimiento de un sector que era menor se da hasta consolidarse como mayoritario. El cambio de mapa en Uruguay con el surgimiento de dos bloques lleva dentro además un cambio de ciclo, por un lado el Frente Amplio decae lentamente y por otro lado nace una coalición electoral. El Frente tendrá el desafío de no seguir cayendo, usar lo que tiene para recuperarse electoralmente. Por su parte el bloque “multicolor” que recién nació como un diseño electoral deberá construirse de cero, elaborando una estructura electoral que le permita competir con chances, deberá consolidar una organización interna para garantizar su funcionamiento, tiene que trabajar en una base programática común en serio y por sobre todas las cosas deberá fortalecer a los Partidos que contiene para que ellos mismos con su sinergia sean los motores. El Partido Nacional tiene hoy la ventaja dentro de ese grupo, pero también tiene la responsabilidad de dar espacios, porque esta unión no puede darse por absorción sino por estrategia y todos los socios deben tener la autonomía que permita el día de mañana competir por la primacía dentro del bloque. El partido Colorado es hoy el más débil, pero no solo por el resultado electoral, sino porque carece de liderazgo firme y claro, entonces el problema es más profundo y debe trabajar en adaptarse a estos cambios, de lo contrario puede desaparecer, lo cual sería devastador. Como dijo Charles Darwin en “El origen de las especies”: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes ni las más inteligentes, sino aquellas que se adaptan mejor al cambio”, si bien acá hablamos de partidos políticos la cita es válida. Actualmente muchos colorados se enojan con el Partido Nacional o discuten la forma de mantener la bandera en pie, cuando en realidad, debería discutirse cómo se va a adaptar al Partido a la nueva realidad sin moverse de los principios y valores ideológicos que no son negociables.
Por su parte Cabildo Abierto tiene también sus desafíos porque es un gran éxito electoral pero que consiste en un fenómeno distinto es una especie de representación directa del ciudadano con su líder y tendrá que trabajar mucho en ponerle sustento orgánico a esa construcción. Su caudal de votos es admirable pero sus problemas de organización y falta de liderazgo local se notaron en la última elección departamental.
En definitiva, ser gobierno y sostener a los partidos fuertes son cosas difíciles de hacer al mismo tiempo y en este momento el desafío es mayor porque se trata de consolidar las bases sólidas para que el bloque «multicolor» se transforme en lo que los ciudadanos hace tiempo visualizaron, que sea su espacio, el lugar a donde pertenecen y las personas que los representen.
Dra. Cecilia Eguiluz.-